jueves, 16 de octubre de 2008

Los españoles toman el Cusco

A pesar de tener casi dominado el norte del Imperio, con la toma de la isla de la Puná, Túmbez, haber fundado una ciudad en San Miguel de Piura, haber tomado la plaza fuerte de Cajamarca, tener de rehenes a varios curacas y haber asesinado al Inca y tener de apoyo a muchos indios huascaristas y etnias esperanzadas en ser liberadas del yugo Inca, los españoles aún no habían consolidado la conquista. Antes de dirigirse a Xauxa, Pizarro envió una comitiva de 10 soldados a San Miguel con la finalidad que esperasen en ese lugar al primer navío de entrase procedente de Panamá o de Nicaragua. Con lo desembarcado, deberían reunirse con él en Xauxa. En Xauxa, Pizarro realiza otra fundición de oro y su respectivo reparto, con las piezas llegadas a Cajamarca antes de la salida de los españoles de la misma.
Los españoles salieron de Cajamarca “un lunes por la mañana”. En el camino, se enteran del asesinato de Guaritico, que era hermano de Atahualpa y de Túpac Huallpa (Toparpa), éste era colaboracionista de los españoles y había salido antes que Pizarro de Cajamarca y formaba su vanguardia en el viaje al Cusco. Lo anterior prueba lo que se viene diciendo, que los españoles, a su desembarco en el Perú, ya tenían ganado a parte del Imperio, que los ayudó; ello se debió, no a las simpatías que pudieron haber generado ellos, sino, simplemente, a que muchos en el Imperio, ya estaban descontentos de la pesada opresión Inca. Llegaron a Huamachuco y luego de reponer fuerzas por dos días, Pizarro envía una avanzada al mando de Diego de Almagro, luego se encuentran en Huaylas, donde quedan por ocho días.
Continúan su viaje al sur por Andamarca, Corongo, Yungay, Huaráz, Recuay, Chiquián y llegan a Cajatambo. Ahí, Pizarro refuerza su vanguardia y retaguardia, ante el temor de levantamientos y ataques de los naturales, leales a Challcuchimac, que venía con él y porque las llactas por donde pasaban, siempre estaban abandonadas. En este camino, Francisco Pizarro se entera por informantes, que los generales atahualpistas Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, venían reclutando gente de guerra en Pumpu (Bombón). A partir de entonces quedaron incomunicados, el remedo de Sapa Inca, Túpac Huallpa y Challcuchimac. El cronista Sancho de la Hoz, dice que el motivo de esa rebelión era porque ellos “querían guerra con los cristianos, porque veían la tierra ganada por los españoles y querían gobernarla ellos”.
Tomando el camino de Oyón, se enteran que a cinco leguas de Xauxa había gente de guerra para destruirla y para que los españoles no encontraran nada. Llegaron a Tarma, sin encontrar resistencia. En esta llacta, pasaron la noche. Al amanecer reemprendieron la marcha hacia Xauxa. A dos leguas de Xauxa, Pizarro divide su ejército. Cerca, se da cuenta que la llacta está íntegra y no sólo eso, sino que tuvieron un recibimiento cordial, “celebrando su venida, porque con ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que les tenía gente extranjera”. Entrando a Xauxa, encuentran levantado al general Yukra Huallpa, dejado ahí por Challcuchimac, antes de su captura, El enfrentamiento fue una atróz matanza de indios; los españoles con sus armas, perros dogos e indios auxiliares, emboscaron a las tropas de Yukra Huallpa, haciendo una matanza; como dicha tropa fuera dejada por Challcuchimac, eran partidarios de Atahualpa. Esta tropa inca, había sido enviada por los generales Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, que se encontraban con el grueso de su ejército a 6 leguas de Xauxa y en permanente contacto con el ejército de Quízquiz, que se hallaba en el Cusco. Enterado Francisco Pizarro, envía una tropa a hacerles frente, más los incas los hacen retroceder. Pizarro ante esto pretende atacar por sorpresa a la tropa inca; pero es engañado y cuando quiere continuar hacia el Cusco, se da cuenta que los puentes estratégicos, habían sido cortados.
Francisco Pizarro, funda la ciudad de Jauja, muy cerca de la Xauxa inca, deja en ella a 80 españoles, al tesorero de Su Majestad y a un lugarteniente como su representante. En esta ciudad muere misteriosamente Túpac Huallpa.
Muerto Túpac Huallpa, Pizarro convoca a Challcuchimac y otros nobles colaboracionistas que viajaban con él, para que propongan al nuevo Sapa Inca “títere”. En esta reunión y frente al enemigo común, nuevamente se notan las diferencias entre huascaristas y atahualpistas, lo que es explotado hábilmente por Francisco Pizarro. Challcuchimac, propone a Aticoc, hijo quiteño de Atahualpa, mientras que los nobles colaboracionistas cusqueños proponen a un hermano del Sapa Inca muerto, pero de origen cusqueño. Como estaban cerca del Cusco, Pizarro hábilmente, se decide por el Inca de origen cusqueño.
Mientras los colaboracionistas nobles, buscaban a este hermano cuzqueño del Sapa Inca asesinado, Pizarro envió expediciones a la costa, con la finalidad de encontrar lugares idóneos para instalar puertos marítimos, y esperando los resultados, se quedó en Xauxa. Entre tanto, envió otra tropilla con rumbo al Cusco, a fin de que fueran reponiendo los puentes que estuvieran cortados. Los españoles, en su viaje por todo el valle del Mantaro, fueron constantemente ayudados por los huancas. Entraron a Tarcos, una llacta entre Xauxa y Vilcas, el 31 de octubre de 1533. En Vilcas se enfrentan a los incas, en una feroz batalla, que a pesar de la superioridad numérica, los incas pierden, por la superioridad de las armas españolas, con gran matanza entre los indios.
Continuó Pizarro su viaje hacia el Cusco, cuando recibe la noticia de Hernando de Soto, que el general inca Narabaliba, se encontraba con una tropa de 2.000 soldados, enviados por Quízquiz en Andabailla (Andahuaylas). Algo que contribuyó a debilitar los ataques de los incas, en este tramo del viaje hacia el Cusco, fue el hecho que tuvieran como rehén al general Challcuchimac, hombre muy querido por sus tropas. Temían la represalia de Pizarro y la muerte del valiente general atahualpista.
Pizarro entró en Andahuaylas (Anadabailla, para los españoles), sin ser molestado, pasó la noche y al día siguiente continuaron hasta Curamba o Airamba, en donde encontraron dos caballos muertos. Esto preocupó al Gobernador sobre la suerte de Hernando de Soto y su tropa. Luego de la entrada a Andahuaylas y del hallazgo de los caballos, Pizarro recibe la noticia que Hernando de Soto, se encontraba en el camino al Cusco, que estaba bloqueado, pero que no había tropas incas y que los caballos habían muerto de “tanto calentarse y enfriarse”. Luego de Andahuaylas, Pizarro continuó su viaje hacia el Cusco y encontrándose en un río, recibe la noticia de un enfrentamiento de su vanguardia con los rebeldes incas.
Lo que había pasado era que Hernando de Soto, en su avance con la vanguardia hacia el Cusco, luego de vadear un río, al que habían cortado los puentes, se encontró con tropa imperial, que le hizo frente. Esta tropa pertenecía al ejército imperial de Quízquiz. Los incas, se habían dado cuenta, que ya los españoles, estaban cansados, de igual manera sus caballos y perros, por lo que de “mutu propio”, a veces sin órdenes de Quizquiz, atacaban a los españoles. Eso fue lo que pasó luego del vadeo del río, al subir la cuesta, fueron atacados por los indios, que presionaron con tanta fuerza que mataron a cinco jinetes españoles. “A cinco cristianos cuyos caballos no pudieron subir a lo alto, cargó tanto la muchedumbre, que a dos de ellos les fue imposible apearse y los mataron encima de sus caballos…”; “les abrieron a todos la cabeza por medio, con sus hachas y porras”; “…hirieron diez y ocho caballos y seis cristianos; pero no de heridas peligrosas, que sólo un caballo de éstos murió”.
Luego de este ataque, los incas se fueron a una colina cercana, esperando el enfrentamiento franco, “casi concertado, esperando siempre un arreglo amistoso”, costumbre de la guerra andina; mientras que Hernando de Soto, recurría al engaño, al fingir que se refugiaba en un llano, aparentando huir, mientras que una parte de la tropa imperial, los perseguía a hondazos, hasta que una vez que los hubieron alejado lo suficiente del grueso de las tropas incas, sobreparó la caballería y arremetió contra ellos, aniquilándolos. Cuando el grueso del ejército inca vio esto, se retiró, pero acamparon muy cerca los dos ejércitos, que se oían las voces. La llegada inesperada de Diego de Almagro, con 40 a caballo, hizo que los indios se retiraran, sin presentar batalla. Juntos, Hernando de Soto y Diego de Almagro continuaron viaje hacia el Cuzco, cuando fueron informados de la presencia de una tropa inca, que había enviado el general Quízquiz, por lo que optaron por atrincherarse en una llacta, en donde esperaron a Francisco Pizarro.
Noticiado de estos hechos, Francisco Pizarro, sospechó que todos sus movimientos eran espiados y que el general Challcuchimac, era el que enviaba dichos informes a las tropas incas. Continuando el camino y estando ya cerca del Cusco, Diego de Almagro, se presentó en el campamento del Gobernador y continuaron hasta donde se encontraba Hernando de Soto. Unidos así, siguieron ese mismo día, a “Sachisagagna (Xaquixaguana), Sacsahuana o Jaquijahuana), donde acamparon”.
Diego de Almagro y Hernando de Soto, estuvieron de acuerdo con Francisco Pizarro, que todas las cosas que les estaban pasando, eran producto de la “infidencia de Challcuchimac”, y lo condenaron a muerte quemado vivo. “El religioso trataba de persuadirlo a que se hiciera cristiano diciéndole que los que se bautizaban y creían en fe verdadera en nuestro redentor Jesucristo iban a la gloria del paraíso, y los que no creían en él iban al infierno y a sus penas, haciéndole entender todo por un intérprete. Mas él no quiso ser cristiano diciendo que no sabía que cosa fuese esa ley y comenzó a invocar a Paccamaca (Pachacámac) y al capitán Quízquiz que vinieran a socorrerlo". Murió en la plaza de Sachisagagna, quemado vivo.
El 14 de noviembre de 1533, se presentó en el campamento de Francisco Pizarro, de Xaquixaguana, Manco Inca Yupanqui, hijo de Huayna Cápac, de ascendencia cusqueña, que había andado siempre fugitivo de las huestes de Atahualpa. Manco Inca Yupanqui, llamado también Manco II, era uno de los hijos de Huayna Cápac con la Coya Imperial del Cusco. Nació, probablemente, en 1515. Fue nominado Sapa Inca pizarrista al poco tiempo de morir Túpac Huallpa (Toparpa). Su ascenso a Sapa Inca títere, fue pactado en el encuentro que tuvo con Pizarro en Jaquijahuana. Su reconocimiento y colocación de la mascapaycha se produjo en el Cusco ocupado. Fiel a los términos del compromiso adquirido, al principio colaboró en todo con Pizarro.
Llegó a ayudarlo en la guerra contra las tropas rebeldes del general Quízquiz, hasta alejarlo de Huánuco y situarlo a merced de los españoles y huscaristas en las tierras norteñas. Pero la armonía entre Francisco Pizarro y Manco Inca Yupanqui duró muy poco. No por culpa de él sino de los españoles, hasta que llegó Hernando Pizarro de España y lo puso en libertad en febrero de 1536; pero sin que pueda salir del Cusco. Harto de la situación en que se encontraba, se subleva a Pizarro y a los españoles.
Villanueva Sotomayor, opina que los incas, habían observado las costumbres de los españoles, y que fatalmente, los incas no pudieron aprovechar las debilidades de los mismos, por las rivalidades, producto de la guerra civil que aún continuaba, a pesar de la presencia del verdadero invasor. Y lo grafica muy bien, diciendo que Manco Inca Yupanqui, sabía muy bien que los españoles en día domingo, no comían carne roja y habiendo ido a pescar con unos indios la “comida de los españoles del día de guardar”, recibió a un chasqui que le avisaba noticias del Cusco. Regresó Manco Inca Yupanqui al campamento donde Francisco Pizarro para decirle: “… dice que Quízquiz con su gente de guerra va a quemar el Cusco y que está ya cerca, y he querido avisártelo para que pongas remedio”. Nos parece excelente el ejemplo del historiador Julio R. Villanueva Sotomayor, sobre cómo los responsables del Imperio, no se daban cuenta, que el verdadero enemigo no eran las legiones de Huáscar Inca Yupanqui ni de Atahualpa, sino, a los que ayudaban. Es entendible la ayuda por parte de huancas, chankas, aymaras y otras etnias que estaban sometidas al Imperio, pero, la ayuda de quechuas, que sostenían el Imperio…
La adhesión de Manco Inca Yupanqui o Manco II, a los españoles, adicionó más tropas incas al lado de Francisco Pizarro; este inesperado apoyo, influyó en el ánimo del conquistador para entrar al Cusco, presentando batalla a las huestes de Quízquiz.
Sin obstáculos, entró al Cusco el conquistador Francisco Pizarro, con Manco Inca y las huestes españolas e incas huascaristas. “De este modo entró el Gobernador con su gente en aquella gran ciudad del Cusco sin otra resistencia ni batalla, el viernes a la hora de misa mayor, a quince días del mes de noviembre del año del Nacimiento de Nuestro Salvador y Redentor Jesucristo Pizarro, entre tanto, al no ser hostilizado cuando tomó el Cusco, organizó otro ejército con gente de Manco Inca Yupanqui que logró reunir “cinco mil guerreros”. Pizarro ordenó a Hernando de Soto, que apoye a dicha tropa india con 50 de a caballo, saliendo del Cusco para presentar batalla a Quízquiz a 5 leguas de la ciudad, en donde estaba su campamento. En la localidad de Sapi, se enfrentaron ambos ejércitos, de donde salió victoriosa la tropa combinada de Manco Inca Yupanqui, pero sin poder derrotarlo. Luego de esta batalla, regresaron al Cusco. El general Paullu Inca, que comandaba las tropas de Manco Inca, persiguió al ejército de Quízquiz, siendo derrotados en esa persecución; en el Cusco se recibió la noticia “que les habían muerto mil indios”. Entre tanto Manco Inca Yupanqui solicitó a los curacas “gente de guerra”, y en menos de diez días, tenía en el Cusco un ejército de 10 mil guerreros.
El astuto Francisco Pizarro hizo legalizar el vasallaje un día domingo saliendo de misa a la que había asistido con Manco Inca Yupanqui. Los hizo salir a la plaza al Inca, y le ordenó a su secretario Sancho de la Hoz que leyera la “demanda y requerimiento”. Pizarro siguió el protocolo español tradicional para estos casos; al final Pizarro abrazó a Manco Inca Yupanqui y éste retribuyó el gesto, ofreciéndole chicha en un vaso de oro.
Llegado el verano y las copiosas lluvias estivales, no se organizó ninguna campaña contra las tropas de Quízquiz. En febrero de 1534, el ejército de Manco Inca Yupanqui, que a la sazón contaba con 25 mil soldados y los 50 de a caballo de Hernando de Soto, se puso en movimiento, persiguiendo a Quízquiz, por la ruta de Vilcas. Llegando a Vilcas, el ejército de Manco Inca, descansó; allí fueron noticiados de que el ejército de Quízquiz, se encontraba en Xauxa. Esto preocupó sobremanera a la tropa española de Manco Inca Yupanqui, porque en Xauxa, se encontraba la guarnición que había dejado Francisco Pizarro, en su avance sobre el Cusco. Toda la caballería española al mando de Hernando de Soto más 4.000 guerreros del ejército de Paullu Inca, comandados por él, se apresuraron a ir en auxilio de los españoles dejados en Xauxa. Manco Inca Yupanqui y el resto del ejército, regresó al Cusco. Parece que la tropa de Hernando de Soto y de Paullu Inca, llegó a tiempo, porque el ejército de Quízquiz, había puesto sito a la plaza sin atacarla.
En uno de los reconocimientos a la plaza de Xauxa, por parte del ejército de Quízquiz, llegaron a una legua de dicha llacta; Hernando de Soto y Paullu Inca, tomaron 20 de a caballo y 3.000 guerreros incas y fueron en su búsqueda. Los de Quízquiz, fueron alcanzados en Maracaylla, en donde se produjo el enfrentamiento. Villanueva, dice que el enfrentamiento fue duro, aunque no de “cuerpo a cuerpo”, ya que un ejército se encontraba en una orilla del río Mantaro y el otro, en la otra orilla; las armas que más se usaron en esta batalla, fueron la ballesta, flechas y “arcos como de piedra”. Los españoles, decidieron cruzar el río, mientras las tropas de Quízquiz inician la retirada del lugar, siendo perseguidas por las tropas de Paullu Inca “hasta hacerlas ocultar en un monte”. Como no salían de él, las tropas de Paullu Inca, las atacaron en ese monte, muriendo varios curacas comarcanos y miles de la tropa de Quízquiz, retirándose y siendo perseguidos por Paullu Inca, “tres leguas”. El ejército de Quízquiz, se retiró a Tarma. Ahí, el curaca impidió la entrada de Quízquiz a la llacta, presentándole batalla. Las tropas de Francisco Pizarro y de Paullu Inca, se habían enfrentado a las de Quízquiz en Vilcaconga, Anta y Sapi, en el Cusco; Jauja y Maracaylla, en Junín y en Vilcashuamán, en Ayacucho.
Francisco Pizarro se apresuró en nombrar "Sapa Inca" a Manco Inca Yupanqui, por las razones que nos explica Villanueva Sotomayor:
“El 16 de noviembre, a un año de la toma de Cajamarca y de la captura de Atahualpa. Pizarro convirtió a Manco Inca en Sapa Inca. … e hízolo tan presto para que los señores y caciques no se fueran a sus tierras, que eran de diversas provincias y muy lejos unas de otras, y para que los naturales, no se juntaran con los de Quito sino que tuvieran un señor separado al que habían de reverenciar y obedecer y no se abanderizaran, y así mandó a todos los caciques que lo obedecieran por señor e hicieran todo lo que les mandara".
Era costumbre inca que cada curaca tuviera en el Cusco su alojamiento, porque tenía que venir a la ciudad imperial para entregar sus tributos al Sapa Inca, a las fiestas (principalmente, al Inti Raymi) y a toda convocatoria que se le hiciera desde el “Ombligo del mundo”. Pero, además, el auqui del curaca (su hermano o uno de sus hijos) siempre estaba en el Cusco, disfrutando de los favores de la corte del Sapa Inca. Su permanencia era la garantía del vínculo entre el Estado cuzqueño y los dominios del curaca. Era una especie de rehén.
"Si Pizarro no optaba por darle el mando imperial a Manco Inca, los auquis y los curacas que estaban en esos momentos en el Cusco, podían romper ese vínculo y actuar a su manera. Tal vez, podrían haberse unido a las tropas rebeldes de Quízquiz u organizar de otro modo la resistencia”.
Los nobles del Cusco, no se daban cuenta aún de que Francisco Pizarro, estaba manipulando el gobierno del Imperio, al nombrar como Sapa Inca, primero a Túpac Huallpa y luego a Manco Inca Yupanqui, manteniéndolos como rehenes, incluso. Bien pudieron haber nombrado los curacas del Cusco al nuevo Sapa Inca de entre las panacas reales, y manejar el gobierno con más independencia, para organizar mejor la resistencia inca; pero, la guerra civil, ya había llegado a la capital del imperio también. Pero lo cierto es que ni huascaristas ni atahualpistas, lo hicieron, con lo que se perdió la oportunidad de unir nuevamente al Imperio y ofrecer a los españoles, una resistencia más organizada y efectiva. Quizá, mientras estuvo vivo Challcuchimac, los ataques incas fueran débiles, por el temor a las represalias de los españoles en la persona de dicho general inca; pero asesinado el general inca, no creemos que a Quízquiz, le importara mucho la vida de Manco Inca Yupanqui, por ser huascarista.
El otro concepto que podría explicar la aislada resistencia, sería el modo de combatir de ambos ejércitos: mientras los incas ofrecían batalla en campo abierto de manera franca; los españoles apelaban a argucias para derrotarlos incluso antes de presentar batalla. No hay duda y esto está sumamente claro, que las armas jugaron un papel determinante en esta fase de la historia del Perú, por las razones que se explicó anteriormente.

Los españoles en el Cusco
No cabe duda que el Cusco era la ciudad principal de todo el Imperio Inca. Al tomarla los españoles, mermó significativamente la resistencia inca, no sólo porque allí se encontraba toda la organización del imperio, sino por el significado que tenía para los ejércitos incas ver su capital tomada y dominada por los españoles.
"Hay en dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas; pasan por ambos lados dos ríos que nacen una legua (5,5 kilómetros) más arriba del y desde allí hasta que llegan a la ciudad y dos leguas (11 kilómetros) más abajo, todos van enlosados para que el agua corra limpia y clara y aunque crezca no se desborde; tienen sus puentes por lo que se entra a la ciudad..."
Los españoles también dieron suelta a su codicia de metales preciosos en él, saqueándolo, especialmente el Coricancha, los palacios imperiales y otros aposentos señoriales. Este oro y plata fueron fundidos, obteniéndose 580.200 pesos de "buen oro". El quinto real representó 116.460 pesos de oro; además la plata representó 215.000 marcos: 170.000 "eran de plata buena en vajilla y planchas limpias y buena, y el resto no porque estaba en planchas y piezas mezcladas con otros metales conforme se sacaba de la mina.
Francisco Pizarro realiza la fundación española de la ciudad del Cusco el 23 de marzo de 1534 con el nombre de "La Muy Noble y Gran Ciudad del Cusco". Se hizo el acta de fundación y se repartió entre los españoles solares, tierras e indios. Como en toda ciudad española, se escogió la Plaza Mayor, el sitio de la iglesia y se instalaron los primeros vecinos españoles del Cusco. Bajo el pretexto de "los enseñaran y doctrinarán en las cosas de nuestra santa fe católica", se entregó a los españoles una cantidad de indios para su uso en trabajo e impuestos. Pizarro favoreció a sus amigos; en el Cusco el reparto de solares, tierras e indios. Ello disminuyó la ya frágil cohesión española, aumentó las diferencias y ahondó los resentimientos entre ellos.
Francisco Pizarro, en compañía siempre del Sapa Inca Manco Inca Yupanqui y de su ejército, sale del Cusco en busca de Quízquiz, hacia Xauxa, en la zona central norte del Imperio. En Vilcas, el Gobernador se entera de que Quízquiz con su ejército se encontraba 40 leguas (225 kilómetros) al norte de Xauxa, camino a Cajamarca. Pizarro solicita envío de refuerzos y pasa a Xauxa. Allí se entera que Diego de Almagro, que había sido enviado a socorrer al general Paullu y a Hernando de Soto, luego de ahuyentar a las tropas de Quízquiz, pasó a Chincha y Pachacámac.
Llegado a Xauxa, el 25 de abril de 1534, Pizarro funda la nueva ciudad española de Jauja, con reparto de solares y demás protocolo español de la ocasión. En este interín llegan los refuerzos del Cusco, consistente en 4.000 indios a los que se unen los 30 españoles de a caballo y 30 de a pie. Paralelo a lo anterior, Pedro de Alvarado había organizado otra expedición de conquista al Perú y ya se encontraba en las costas del imperio con cuatro navíos, desembarcando en Puerto Viejo (actual Guayaquil) cuatrocientos soldados, "de los cuales 150 eran de a caballo", mientras que Sebastían de Banalcázar, con 70 de a caballo, se dirigió a Quito.
Preocupado Francisco Pizarro por la presencia de Pedro de Alvarado en el Perú, instruye a Diego de Almagro para que celebre negociaciones con él. Almagro, con el apoyo de Sebastián de Benalcázar, salió el encuentro de Pedro de Alvarado, el cual se encontraba camino a Quito. Alvarado había salido con destino al Perú desde Guatemala, con la intención de conquistar la zona norte del imperio inca. Para ello, desembarcó en Caraques (actual Ecuador), dirigiéndose inmediatamente hacia Quito. En Riobamba se encuentran Pedro de Alvarado con Diego de Almagro y Sebastián de Benalcázar y celebran conversaciones. En ellas se acuerda que Pedro de Alvarado debía retornar a Guatemala, dejando en el Perú a su tropa, buques y todo el parque, recibiendo a cambio una cantidad en oro y plata como compensación.
El pago efectuado por Francisco Pizarro a Pedro de Alvarado fue una fortuna: se le entregaron 100.000 pesos de oro. Esa compensación significaba el doble del oro que recibió Francisco Pizarro en la repartición de Cajamarca. Era de cuatro veces más que la que recibió Hernando Pizarro y cinco veces más que la que recibió Hernando de Soto. Por sólo llegar hasta el Perú, Alvarado recibió más oro que la que obtuvo por todas sus conquistas de Mesoamérica y "sin disparar un solo tiro de arcabuz". Todo lo anterior, hizo una zanja aún más profunda entre los socios de la conquista.
Para Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Sebastián de Benalcázar, fue un negocio haber recibido las tropas, los navíos y los pertrechos traídos por Pedro de Alvarado, para poder consolidar la conquista.
En otoño de 1534, Pizarro abandonó la sierra para dirigirse hacia la costa, donde, el 18 de enero de 1535, fundó la Ciudad de los Reyes, también conocida como Lima.

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