jueves, 16 de octubre de 2008

Fundacion de Lima


En el más central y extenso valle de la costa del Perú, bajo un cielo apacible y sereno, en las riberas del Rímac, a dos leguas del mar y cerca de un pueblo de indios, Francisco Pizarro, el famoso conquistador del imperio de los Incas, fundó, con doce de sus compañeros, el 18 de Enero de 1535, en nombre de la Santísima Trinidad, la población que no había podido establecer ni en Sangallán (Pisco) ni en Jauja, denominándola "Ciudad de los Reyes"; nombre que, si bien fue dado más por motivos religiosos que en homenaje a los soberanos de Castilla, hoy, contemplado a la distancia de largas centuias, parece como una revelación profética de la grandeza a que había de llegar el futuro virreinato.

La Fundación.

El 18 de enero de 1535, Francisco Pizarro procedió a fundar la ciudad en nombre de sus magestades el emperador Carlos V y de su madre la reina Juana. En la ceremonia se encontraban presentes dos frailes (un franciscano y un dominico), numerosos soldados a caballo y a pie, esclavos negros y una mujer, la morisca Beatriz. El nombre oficial "Ciudad de los Reyes" se eligió en homenaje a los Reyes Magos, por la cercanía de su fiesta. De aquí viene el apelativo de las "tres veces coronada" ciudad; aunque el tiempo impuso la denominación nativa de Lima. Según algunos autores, el nombre es una corrupción hispánica de "Rímac", topónimo quechua del río, hablador.

Los españoles toman el Cusco

A pesar de tener casi dominado el norte del Imperio, con la toma de la isla de la Puná, Túmbez, haber fundado una ciudad en San Miguel de Piura, haber tomado la plaza fuerte de Cajamarca, tener de rehenes a varios curacas y haber asesinado al Inca y tener de apoyo a muchos indios huascaristas y etnias esperanzadas en ser liberadas del yugo Inca, los españoles aún no habían consolidado la conquista. Antes de dirigirse a Xauxa, Pizarro envió una comitiva de 10 soldados a San Miguel con la finalidad que esperasen en ese lugar al primer navío de entrase procedente de Panamá o de Nicaragua. Con lo desembarcado, deberían reunirse con él en Xauxa. En Xauxa, Pizarro realiza otra fundición de oro y su respectivo reparto, con las piezas llegadas a Cajamarca antes de la salida de los españoles de la misma.
Los españoles salieron de Cajamarca “un lunes por la mañana”. En el camino, se enteran del asesinato de Guaritico, que era hermano de Atahualpa y de Túpac Huallpa (Toparpa), éste era colaboracionista de los españoles y había salido antes que Pizarro de Cajamarca y formaba su vanguardia en el viaje al Cusco. Lo anterior prueba lo que se viene diciendo, que los españoles, a su desembarco en el Perú, ya tenían ganado a parte del Imperio, que los ayudó; ello se debió, no a las simpatías que pudieron haber generado ellos, sino, simplemente, a que muchos en el Imperio, ya estaban descontentos de la pesada opresión Inca. Llegaron a Huamachuco y luego de reponer fuerzas por dos días, Pizarro envía una avanzada al mando de Diego de Almagro, luego se encuentran en Huaylas, donde quedan por ocho días.
Continúan su viaje al sur por Andamarca, Corongo, Yungay, Huaráz, Recuay, Chiquián y llegan a Cajatambo. Ahí, Pizarro refuerza su vanguardia y retaguardia, ante el temor de levantamientos y ataques de los naturales, leales a Challcuchimac, que venía con él y porque las llactas por donde pasaban, siempre estaban abandonadas. En este camino, Francisco Pizarro se entera por informantes, que los generales atahualpistas Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, venían reclutando gente de guerra en Pumpu (Bombón). A partir de entonces quedaron incomunicados, el remedo de Sapa Inca, Túpac Huallpa y Challcuchimac. El cronista Sancho de la Hoz, dice que el motivo de esa rebelión era porque ellos “querían guerra con los cristianos, porque veían la tierra ganada por los españoles y querían gobernarla ellos”.
Tomando el camino de Oyón, se enteran que a cinco leguas de Xauxa había gente de guerra para destruirla y para que los españoles no encontraran nada. Llegaron a Tarma, sin encontrar resistencia. En esta llacta, pasaron la noche. Al amanecer reemprendieron la marcha hacia Xauxa. A dos leguas de Xauxa, Pizarro divide su ejército. Cerca, se da cuenta que la llacta está íntegra y no sólo eso, sino que tuvieron un recibimiento cordial, “celebrando su venida, porque con ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que les tenía gente extranjera”. Entrando a Xauxa, encuentran levantado al general Yukra Huallpa, dejado ahí por Challcuchimac, antes de su captura, El enfrentamiento fue una atróz matanza de indios; los españoles con sus armas, perros dogos e indios auxiliares, emboscaron a las tropas de Yukra Huallpa, haciendo una matanza; como dicha tropa fuera dejada por Challcuchimac, eran partidarios de Atahualpa. Esta tropa inca, había sido enviada por los generales Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, que se encontraban con el grueso de su ejército a 6 leguas de Xauxa y en permanente contacto con el ejército de Quízquiz, que se hallaba en el Cusco. Enterado Francisco Pizarro, envía una tropa a hacerles frente, más los incas los hacen retroceder. Pizarro ante esto pretende atacar por sorpresa a la tropa inca; pero es engañado y cuando quiere continuar hacia el Cusco, se da cuenta que los puentes estratégicos, habían sido cortados.
Francisco Pizarro, funda la ciudad de Jauja, muy cerca de la Xauxa inca, deja en ella a 80 españoles, al tesorero de Su Majestad y a un lugarteniente como su representante. En esta ciudad muere misteriosamente Túpac Huallpa.
Muerto Túpac Huallpa, Pizarro convoca a Challcuchimac y otros nobles colaboracionistas que viajaban con él, para que propongan al nuevo Sapa Inca “títere”. En esta reunión y frente al enemigo común, nuevamente se notan las diferencias entre huascaristas y atahualpistas, lo que es explotado hábilmente por Francisco Pizarro. Challcuchimac, propone a Aticoc, hijo quiteño de Atahualpa, mientras que los nobles colaboracionistas cusqueños proponen a un hermano del Sapa Inca muerto, pero de origen cusqueño. Como estaban cerca del Cusco, Pizarro hábilmente, se decide por el Inca de origen cusqueño.
Mientras los colaboracionistas nobles, buscaban a este hermano cuzqueño del Sapa Inca asesinado, Pizarro envió expediciones a la costa, con la finalidad de encontrar lugares idóneos para instalar puertos marítimos, y esperando los resultados, se quedó en Xauxa. Entre tanto, envió otra tropilla con rumbo al Cusco, a fin de que fueran reponiendo los puentes que estuvieran cortados. Los españoles, en su viaje por todo el valle del Mantaro, fueron constantemente ayudados por los huancas. Entraron a Tarcos, una llacta entre Xauxa y Vilcas, el 31 de octubre de 1533. En Vilcas se enfrentan a los incas, en una feroz batalla, que a pesar de la superioridad numérica, los incas pierden, por la superioridad de las armas españolas, con gran matanza entre los indios.
Continuó Pizarro su viaje hacia el Cusco, cuando recibe la noticia de Hernando de Soto, que el general inca Narabaliba, se encontraba con una tropa de 2.000 soldados, enviados por Quízquiz en Andabailla (Andahuaylas). Algo que contribuyó a debilitar los ataques de los incas, en este tramo del viaje hacia el Cusco, fue el hecho que tuvieran como rehén al general Challcuchimac, hombre muy querido por sus tropas. Temían la represalia de Pizarro y la muerte del valiente general atahualpista.
Pizarro entró en Andahuaylas (Anadabailla, para los españoles), sin ser molestado, pasó la noche y al día siguiente continuaron hasta Curamba o Airamba, en donde encontraron dos caballos muertos. Esto preocupó al Gobernador sobre la suerte de Hernando de Soto y su tropa. Luego de la entrada a Andahuaylas y del hallazgo de los caballos, Pizarro recibe la noticia que Hernando de Soto, se encontraba en el camino al Cusco, que estaba bloqueado, pero que no había tropas incas y que los caballos habían muerto de “tanto calentarse y enfriarse”. Luego de Andahuaylas, Pizarro continuó su viaje hacia el Cusco y encontrándose en un río, recibe la noticia de un enfrentamiento de su vanguardia con los rebeldes incas.
Lo que había pasado era que Hernando de Soto, en su avance con la vanguardia hacia el Cusco, luego de vadear un río, al que habían cortado los puentes, se encontró con tropa imperial, que le hizo frente. Esta tropa pertenecía al ejército imperial de Quízquiz. Los incas, se habían dado cuenta, que ya los españoles, estaban cansados, de igual manera sus caballos y perros, por lo que de “mutu propio”, a veces sin órdenes de Quizquiz, atacaban a los españoles. Eso fue lo que pasó luego del vadeo del río, al subir la cuesta, fueron atacados por los indios, que presionaron con tanta fuerza que mataron a cinco jinetes españoles. “A cinco cristianos cuyos caballos no pudieron subir a lo alto, cargó tanto la muchedumbre, que a dos de ellos les fue imposible apearse y los mataron encima de sus caballos…”; “les abrieron a todos la cabeza por medio, con sus hachas y porras”; “…hirieron diez y ocho caballos y seis cristianos; pero no de heridas peligrosas, que sólo un caballo de éstos murió”.
Luego de este ataque, los incas se fueron a una colina cercana, esperando el enfrentamiento franco, “casi concertado, esperando siempre un arreglo amistoso”, costumbre de la guerra andina; mientras que Hernando de Soto, recurría al engaño, al fingir que se refugiaba en un llano, aparentando huir, mientras que una parte de la tropa imperial, los perseguía a hondazos, hasta que una vez que los hubieron alejado lo suficiente del grueso de las tropas incas, sobreparó la caballería y arremetió contra ellos, aniquilándolos. Cuando el grueso del ejército inca vio esto, se retiró, pero acamparon muy cerca los dos ejércitos, que se oían las voces. La llegada inesperada de Diego de Almagro, con 40 a caballo, hizo que los indios se retiraran, sin presentar batalla. Juntos, Hernando de Soto y Diego de Almagro continuaron viaje hacia el Cuzco, cuando fueron informados de la presencia de una tropa inca, que había enviado el general Quízquiz, por lo que optaron por atrincherarse en una llacta, en donde esperaron a Francisco Pizarro.
Noticiado de estos hechos, Francisco Pizarro, sospechó que todos sus movimientos eran espiados y que el general Challcuchimac, era el que enviaba dichos informes a las tropas incas. Continuando el camino y estando ya cerca del Cusco, Diego de Almagro, se presentó en el campamento del Gobernador y continuaron hasta donde se encontraba Hernando de Soto. Unidos así, siguieron ese mismo día, a “Sachisagagna (Xaquixaguana), Sacsahuana o Jaquijahuana), donde acamparon”.
Diego de Almagro y Hernando de Soto, estuvieron de acuerdo con Francisco Pizarro, que todas las cosas que les estaban pasando, eran producto de la “infidencia de Challcuchimac”, y lo condenaron a muerte quemado vivo. “El religioso trataba de persuadirlo a que se hiciera cristiano diciéndole que los que se bautizaban y creían en fe verdadera en nuestro redentor Jesucristo iban a la gloria del paraíso, y los que no creían en él iban al infierno y a sus penas, haciéndole entender todo por un intérprete. Mas él no quiso ser cristiano diciendo que no sabía que cosa fuese esa ley y comenzó a invocar a Paccamaca (Pachacámac) y al capitán Quízquiz que vinieran a socorrerlo". Murió en la plaza de Sachisagagna, quemado vivo.
El 14 de noviembre de 1533, se presentó en el campamento de Francisco Pizarro, de Xaquixaguana, Manco Inca Yupanqui, hijo de Huayna Cápac, de ascendencia cusqueña, que había andado siempre fugitivo de las huestes de Atahualpa. Manco Inca Yupanqui, llamado también Manco II, era uno de los hijos de Huayna Cápac con la Coya Imperial del Cusco. Nació, probablemente, en 1515. Fue nominado Sapa Inca pizarrista al poco tiempo de morir Túpac Huallpa (Toparpa). Su ascenso a Sapa Inca títere, fue pactado en el encuentro que tuvo con Pizarro en Jaquijahuana. Su reconocimiento y colocación de la mascapaycha se produjo en el Cusco ocupado. Fiel a los términos del compromiso adquirido, al principio colaboró en todo con Pizarro.
Llegó a ayudarlo en la guerra contra las tropas rebeldes del general Quízquiz, hasta alejarlo de Huánuco y situarlo a merced de los españoles y huscaristas en las tierras norteñas. Pero la armonía entre Francisco Pizarro y Manco Inca Yupanqui duró muy poco. No por culpa de él sino de los españoles, hasta que llegó Hernando Pizarro de España y lo puso en libertad en febrero de 1536; pero sin que pueda salir del Cusco. Harto de la situación en que se encontraba, se subleva a Pizarro y a los españoles.
Villanueva Sotomayor, opina que los incas, habían observado las costumbres de los españoles, y que fatalmente, los incas no pudieron aprovechar las debilidades de los mismos, por las rivalidades, producto de la guerra civil que aún continuaba, a pesar de la presencia del verdadero invasor. Y lo grafica muy bien, diciendo que Manco Inca Yupanqui, sabía muy bien que los españoles en día domingo, no comían carne roja y habiendo ido a pescar con unos indios la “comida de los españoles del día de guardar”, recibió a un chasqui que le avisaba noticias del Cusco. Regresó Manco Inca Yupanqui al campamento donde Francisco Pizarro para decirle: “… dice que Quízquiz con su gente de guerra va a quemar el Cusco y que está ya cerca, y he querido avisártelo para que pongas remedio”. Nos parece excelente el ejemplo del historiador Julio R. Villanueva Sotomayor, sobre cómo los responsables del Imperio, no se daban cuenta, que el verdadero enemigo no eran las legiones de Huáscar Inca Yupanqui ni de Atahualpa, sino, a los que ayudaban. Es entendible la ayuda por parte de huancas, chankas, aymaras y otras etnias que estaban sometidas al Imperio, pero, la ayuda de quechuas, que sostenían el Imperio…
La adhesión de Manco Inca Yupanqui o Manco II, a los españoles, adicionó más tropas incas al lado de Francisco Pizarro; este inesperado apoyo, influyó en el ánimo del conquistador para entrar al Cusco, presentando batalla a las huestes de Quízquiz.
Sin obstáculos, entró al Cusco el conquistador Francisco Pizarro, con Manco Inca y las huestes españolas e incas huascaristas. “De este modo entró el Gobernador con su gente en aquella gran ciudad del Cusco sin otra resistencia ni batalla, el viernes a la hora de misa mayor, a quince días del mes de noviembre del año del Nacimiento de Nuestro Salvador y Redentor Jesucristo Pizarro, entre tanto, al no ser hostilizado cuando tomó el Cusco, organizó otro ejército con gente de Manco Inca Yupanqui que logró reunir “cinco mil guerreros”. Pizarro ordenó a Hernando de Soto, que apoye a dicha tropa india con 50 de a caballo, saliendo del Cusco para presentar batalla a Quízquiz a 5 leguas de la ciudad, en donde estaba su campamento. En la localidad de Sapi, se enfrentaron ambos ejércitos, de donde salió victoriosa la tropa combinada de Manco Inca Yupanqui, pero sin poder derrotarlo. Luego de esta batalla, regresaron al Cusco. El general Paullu Inca, que comandaba las tropas de Manco Inca, persiguió al ejército de Quízquiz, siendo derrotados en esa persecución; en el Cusco se recibió la noticia “que les habían muerto mil indios”. Entre tanto Manco Inca Yupanqui solicitó a los curacas “gente de guerra”, y en menos de diez días, tenía en el Cusco un ejército de 10 mil guerreros.
El astuto Francisco Pizarro hizo legalizar el vasallaje un día domingo saliendo de misa a la que había asistido con Manco Inca Yupanqui. Los hizo salir a la plaza al Inca, y le ordenó a su secretario Sancho de la Hoz que leyera la “demanda y requerimiento”. Pizarro siguió el protocolo español tradicional para estos casos; al final Pizarro abrazó a Manco Inca Yupanqui y éste retribuyó el gesto, ofreciéndole chicha en un vaso de oro.
Llegado el verano y las copiosas lluvias estivales, no se organizó ninguna campaña contra las tropas de Quízquiz. En febrero de 1534, el ejército de Manco Inca Yupanqui, que a la sazón contaba con 25 mil soldados y los 50 de a caballo de Hernando de Soto, se puso en movimiento, persiguiendo a Quízquiz, por la ruta de Vilcas. Llegando a Vilcas, el ejército de Manco Inca, descansó; allí fueron noticiados de que el ejército de Quízquiz, se encontraba en Xauxa. Esto preocupó sobremanera a la tropa española de Manco Inca Yupanqui, porque en Xauxa, se encontraba la guarnición que había dejado Francisco Pizarro, en su avance sobre el Cusco. Toda la caballería española al mando de Hernando de Soto más 4.000 guerreros del ejército de Paullu Inca, comandados por él, se apresuraron a ir en auxilio de los españoles dejados en Xauxa. Manco Inca Yupanqui y el resto del ejército, regresó al Cusco. Parece que la tropa de Hernando de Soto y de Paullu Inca, llegó a tiempo, porque el ejército de Quízquiz, había puesto sito a la plaza sin atacarla.
En uno de los reconocimientos a la plaza de Xauxa, por parte del ejército de Quízquiz, llegaron a una legua de dicha llacta; Hernando de Soto y Paullu Inca, tomaron 20 de a caballo y 3.000 guerreros incas y fueron en su búsqueda. Los de Quízquiz, fueron alcanzados en Maracaylla, en donde se produjo el enfrentamiento. Villanueva, dice que el enfrentamiento fue duro, aunque no de “cuerpo a cuerpo”, ya que un ejército se encontraba en una orilla del río Mantaro y el otro, en la otra orilla; las armas que más se usaron en esta batalla, fueron la ballesta, flechas y “arcos como de piedra”. Los españoles, decidieron cruzar el río, mientras las tropas de Quízquiz inician la retirada del lugar, siendo perseguidas por las tropas de Paullu Inca “hasta hacerlas ocultar en un monte”. Como no salían de él, las tropas de Paullu Inca, las atacaron en ese monte, muriendo varios curacas comarcanos y miles de la tropa de Quízquiz, retirándose y siendo perseguidos por Paullu Inca, “tres leguas”. El ejército de Quízquiz, se retiró a Tarma. Ahí, el curaca impidió la entrada de Quízquiz a la llacta, presentándole batalla. Las tropas de Francisco Pizarro y de Paullu Inca, se habían enfrentado a las de Quízquiz en Vilcaconga, Anta y Sapi, en el Cusco; Jauja y Maracaylla, en Junín y en Vilcashuamán, en Ayacucho.
Francisco Pizarro se apresuró en nombrar "Sapa Inca" a Manco Inca Yupanqui, por las razones que nos explica Villanueva Sotomayor:
“El 16 de noviembre, a un año de la toma de Cajamarca y de la captura de Atahualpa. Pizarro convirtió a Manco Inca en Sapa Inca. … e hízolo tan presto para que los señores y caciques no se fueran a sus tierras, que eran de diversas provincias y muy lejos unas de otras, y para que los naturales, no se juntaran con los de Quito sino que tuvieran un señor separado al que habían de reverenciar y obedecer y no se abanderizaran, y así mandó a todos los caciques que lo obedecieran por señor e hicieran todo lo que les mandara".
Era costumbre inca que cada curaca tuviera en el Cusco su alojamiento, porque tenía que venir a la ciudad imperial para entregar sus tributos al Sapa Inca, a las fiestas (principalmente, al Inti Raymi) y a toda convocatoria que se le hiciera desde el “Ombligo del mundo”. Pero, además, el auqui del curaca (su hermano o uno de sus hijos) siempre estaba en el Cusco, disfrutando de los favores de la corte del Sapa Inca. Su permanencia era la garantía del vínculo entre el Estado cuzqueño y los dominios del curaca. Era una especie de rehén.
"Si Pizarro no optaba por darle el mando imperial a Manco Inca, los auquis y los curacas que estaban en esos momentos en el Cusco, podían romper ese vínculo y actuar a su manera. Tal vez, podrían haberse unido a las tropas rebeldes de Quízquiz u organizar de otro modo la resistencia”.
Los nobles del Cusco, no se daban cuenta aún de que Francisco Pizarro, estaba manipulando el gobierno del Imperio, al nombrar como Sapa Inca, primero a Túpac Huallpa y luego a Manco Inca Yupanqui, manteniéndolos como rehenes, incluso. Bien pudieron haber nombrado los curacas del Cusco al nuevo Sapa Inca de entre las panacas reales, y manejar el gobierno con más independencia, para organizar mejor la resistencia inca; pero, la guerra civil, ya había llegado a la capital del imperio también. Pero lo cierto es que ni huascaristas ni atahualpistas, lo hicieron, con lo que se perdió la oportunidad de unir nuevamente al Imperio y ofrecer a los españoles, una resistencia más organizada y efectiva. Quizá, mientras estuvo vivo Challcuchimac, los ataques incas fueran débiles, por el temor a las represalias de los españoles en la persona de dicho general inca; pero asesinado el general inca, no creemos que a Quízquiz, le importara mucho la vida de Manco Inca Yupanqui, por ser huascarista.
El otro concepto que podría explicar la aislada resistencia, sería el modo de combatir de ambos ejércitos: mientras los incas ofrecían batalla en campo abierto de manera franca; los españoles apelaban a argucias para derrotarlos incluso antes de presentar batalla. No hay duda y esto está sumamente claro, que las armas jugaron un papel determinante en esta fase de la historia del Perú, por las razones que se explicó anteriormente.

Los españoles en el Cusco
No cabe duda que el Cusco era la ciudad principal de todo el Imperio Inca. Al tomarla los españoles, mermó significativamente la resistencia inca, no sólo porque allí se encontraba toda la organización del imperio, sino por el significado que tenía para los ejércitos incas ver su capital tomada y dominada por los españoles.
"Hay en dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas; pasan por ambos lados dos ríos que nacen una legua (5,5 kilómetros) más arriba del y desde allí hasta que llegan a la ciudad y dos leguas (11 kilómetros) más abajo, todos van enlosados para que el agua corra limpia y clara y aunque crezca no se desborde; tienen sus puentes por lo que se entra a la ciudad..."
Los españoles también dieron suelta a su codicia de metales preciosos en él, saqueándolo, especialmente el Coricancha, los palacios imperiales y otros aposentos señoriales. Este oro y plata fueron fundidos, obteniéndose 580.200 pesos de "buen oro". El quinto real representó 116.460 pesos de oro; además la plata representó 215.000 marcos: 170.000 "eran de plata buena en vajilla y planchas limpias y buena, y el resto no porque estaba en planchas y piezas mezcladas con otros metales conforme se sacaba de la mina.
Francisco Pizarro realiza la fundación española de la ciudad del Cusco el 23 de marzo de 1534 con el nombre de "La Muy Noble y Gran Ciudad del Cusco". Se hizo el acta de fundación y se repartió entre los españoles solares, tierras e indios. Como en toda ciudad española, se escogió la Plaza Mayor, el sitio de la iglesia y se instalaron los primeros vecinos españoles del Cusco. Bajo el pretexto de "los enseñaran y doctrinarán en las cosas de nuestra santa fe católica", se entregó a los españoles una cantidad de indios para su uso en trabajo e impuestos. Pizarro favoreció a sus amigos; en el Cusco el reparto de solares, tierras e indios. Ello disminuyó la ya frágil cohesión española, aumentó las diferencias y ahondó los resentimientos entre ellos.
Francisco Pizarro, en compañía siempre del Sapa Inca Manco Inca Yupanqui y de su ejército, sale del Cusco en busca de Quízquiz, hacia Xauxa, en la zona central norte del Imperio. En Vilcas, el Gobernador se entera de que Quízquiz con su ejército se encontraba 40 leguas (225 kilómetros) al norte de Xauxa, camino a Cajamarca. Pizarro solicita envío de refuerzos y pasa a Xauxa. Allí se entera que Diego de Almagro, que había sido enviado a socorrer al general Paullu y a Hernando de Soto, luego de ahuyentar a las tropas de Quízquiz, pasó a Chincha y Pachacámac.
Llegado a Xauxa, el 25 de abril de 1534, Pizarro funda la nueva ciudad española de Jauja, con reparto de solares y demás protocolo español de la ocasión. En este interín llegan los refuerzos del Cusco, consistente en 4.000 indios a los que se unen los 30 españoles de a caballo y 30 de a pie. Paralelo a lo anterior, Pedro de Alvarado había organizado otra expedición de conquista al Perú y ya se encontraba en las costas del imperio con cuatro navíos, desembarcando en Puerto Viejo (actual Guayaquil) cuatrocientos soldados, "de los cuales 150 eran de a caballo", mientras que Sebastían de Banalcázar, con 70 de a caballo, se dirigió a Quito.
Preocupado Francisco Pizarro por la presencia de Pedro de Alvarado en el Perú, instruye a Diego de Almagro para que celebre negociaciones con él. Almagro, con el apoyo de Sebastián de Benalcázar, salió el encuentro de Pedro de Alvarado, el cual se encontraba camino a Quito. Alvarado había salido con destino al Perú desde Guatemala, con la intención de conquistar la zona norte del imperio inca. Para ello, desembarcó en Caraques (actual Ecuador), dirigiéndose inmediatamente hacia Quito. En Riobamba se encuentran Pedro de Alvarado con Diego de Almagro y Sebastián de Benalcázar y celebran conversaciones. En ellas se acuerda que Pedro de Alvarado debía retornar a Guatemala, dejando en el Perú a su tropa, buques y todo el parque, recibiendo a cambio una cantidad en oro y plata como compensación.
El pago efectuado por Francisco Pizarro a Pedro de Alvarado fue una fortuna: se le entregaron 100.000 pesos de oro. Esa compensación significaba el doble del oro que recibió Francisco Pizarro en la repartición de Cajamarca. Era de cuatro veces más que la que recibió Hernando Pizarro y cinco veces más que la que recibió Hernando de Soto. Por sólo llegar hasta el Perú, Alvarado recibió más oro que la que obtuvo por todas sus conquistas de Mesoamérica y "sin disparar un solo tiro de arcabuz". Todo lo anterior, hizo una zanja aún más profunda entre los socios de la conquista.
Para Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Sebastián de Benalcázar, fue un negocio haber recibido las tropas, los navíos y los pertrechos traídos por Pedro de Alvarado, para poder consolidar la conquista.
En otoño de 1534, Pizarro abandonó la sierra para dirigirse hacia la costa, donde, el 18 de enero de 1535, fundó la Ciudad de los Reyes, también conocida como Lima.

El rescate y muerte de Atahualpa


Estando en prisión Atahualpa, venían los curacas a visitarle trayéndole obsequios, en oro y plata. El Inca se dio cuenta entonces de que el oro y la plata tenía para los españoles otro valor, diferente, al que él y su pueblo le daban. También se dio cuenta y convenció que la única forma de salvarse era ofreciéndoles gran cantidad de oro y plata. Y así lo hizo. Le propuso a Francisco Pizarro: "...daría de oro una sala que tiene 22 pies de largo y diecisiete de ancho, llena hasta una raya blanca que está en la mitad del alto de la sala; y dijo que hasta allí henchiría la sala con diversas piezas de oro, cántaros, ollas y tejuelos, y otras piezas, y que de plata daría todo aquél bohío dos veces lleno, y que esto cumpliría dentro de dos meses" .

La propuesta hizo estremecer de codicia a los españoles, y Pizarro se apresuró a confirmar la promesa por escrito en un acta ante escribano. Atahualpa le informó además del Templo de Pachacámac y de sus riquezas, que se encontraba a "diez jornadas al sur".
Pizarro comenzó a tomar una serie de providencias; reforzó la seguridad de Cajamarca, con obras civiles, en las cuales trabajaron "muchos indios huascaristas". El primer cargamento de oro ofrecido por Atahualpa llegó del sur y lo trajo un hermano del Inca, "trájole unas hermanas y mujeres de Atabaliba, y trajo muchas vasillas de oro; cántaros y ollas y otras piezas y mucha plata, y dijo que por el camino venía más; que como es tan larga la jornada, cansan los indios que lo traen y no pueden llegar tan aína; que cada día entrará más oro y plata de los que quedan más atrás". "Y así, entran algunos días veinte mil, y otras veces treinta mil, y otras cincuenta, y otras sesenta mil pesos de oro en cántaros y ollas grandes de tres arrobas y de a dos, y cántaros y ollas grandes de plata y otras muchas vasijas". Pizarro iba acumulando esas piezas en uno de los aposentos donde estaba Atahualpa, "hasta que cumpla su promesa".
Estando en Cajamarca Pizarro, arribaron al puerto de Manabi (actual Ecuador) seis navíos. El 20 de enero de 1533, Pizarro recibió mensajeros enviados desde San Miguel de Piura, avisándole tal arribo. Tres de las naves mayores arribaron de Panamá, al mando de Diego de Almagro, con 120 hombres. Las otras tres carabelas llegaron de Nicaragua, con 30 hombres más. En total desembarcaron, además, 84 caballos. El cacique de Túmbez entró en rebeldía, más no levantó a su gente.
Esta tercera etapa de la conquista fue más de consolidación del triunfo que habían tenido en la plaza de Cajamarca y de reparto del primer botín de guerra. A Francisco Pizarro debió preocuparle no sólo la presión de sus hombres para el reparto del oro y la plata, sino la presión de debían estar recibiendo sus socios en Panamá y Nicaragua para el pago de los fletes y demás pertechos. Para demostrar el éxito de su empresa y poder así reclutar más gente para la empresa, gente que por otro lado debía necesitar con suma urgencia, dada la escasez de hombres con que contaban.
El 6 de enero de 1533, Hernando Pizarro, con Francisco de Jerez, secretario del Gobernador, parten con 20 hombres a caballo, algunos de infantería y varios indios auxiliares, hacia Huamachuco, por orden de Francisco Pizarro. El 21 de enero de 1533, ingresó a Cajamarca otro cargamento de oro y plata, traídos por otro hermano de Atahualpa. Fueron “trescientas cargas de oro y plata en cántaros y ollas grandes y otras diversas piezas”. Este hermano del Inca, informó también de la existencia de otro cargamento que se encontraba en Jauja, al mando del general Challcuchimac. En Huamacucho, los españoles calman al conquistador Pizarro, al informarle que todo se encontraba en calma, a lo que Pizarro les ordena avanzar hasta Pachacámac, ya que tenía de rehenes a los señores de este lugar, que también habían ofrecido oro y plata por su libertad.
Entre tanto, en Cajamarca, la ambición de los españoles llegaba a límites extremos, lo que obligó a Pizarro a comisionar a un hermano de Atahualpa, a los españoles Pedro Martín de Moguer y a Martín Bueno, negros esclavos y cientos de indios aliados, para que viajen al Cuzco, por el Cápac Ñam, y apresuren el envío del oro y plata de Xauxa y se informen de la situación en la capital del Imperio. Esta tropa salió de Cajamarca el 15 de febrero de 1533.
El 14 de abril de 1533, llega Diego de Almagro a Cajamarca y el 28 del mismo mes, entró otro cargamento de oro y plata a esa ciudad, procedente de Xauxa; traían “ciento siete cargas de oro y siete de plata”.
El 25 de marzo de 1533, llega a Cajamarca el grupo enviado al mando de Hernando Pizarro; habían recorrido Huamachuco, el Callejón de Huaylas, Pachacámac, Xauxa, las pampas de Junín y el Callejón de Conchucos. De Pachacámac, traían “veintisiete cargas de oro y dos mil de plata” y un rehén importante: el general Challcuchimac, apresado en Jauja.
El 13 de mayo de 1533, la presión de los españoles, por el reparto del botín de guerra era tal, que obligó a Pizarro a empezar la fundición de las piezas de oro y plata que había en Cajamarca; además, existía el convencimiento de Francisco Pizarro, que ya se había recolectado la mayor parte del oro y plata de este reino.
Uno de los españoles, que había ido al Cusco, informó a Pizarro que “se había tomado posesión en nombre de su majestad en aquella ciudad del Cusco”, entre otras cosas, como el número y descripción de las ciudades existentes entre Cajamarca y el Cusco, de la cantidad de oro y plata recogidas, entre otras cosas. Quizá un dato importante que informan a Pizarro es la presencia en el Cusco del general Quízquiz con “treinta mil hombres de guarnición”.
El 13 de junio llega a Cajamarca el oro y plata procedentes del Cusco y de Jauja, eran “doscientas cargas de oro y veinticinco de plata”. Días después llegaron “otras sesenta cargas de oro bajo”.
Villanueva Sotomayor, nos dice sobre Francisco Pizarro, para cuidar sus “dos tesoros” (el Inca y las riquezas de oro y plata): “El Gobernador hacía resguardar la plaza fuerte de Cajamarca con una vigilancia permanente, por rondas, de 50 soldados de a caballo, durante el día y gran parte de la noche. Durante las madrugadas, era de 150 de a caballo, amén de los espías, informantes y vigías de pie; indios y españoles”.
Finalmente, el 18 de junio de 1533, el Gobernador Francisco Pizarro, ordenó fundir lo recaudado y se repartiese. Toda la fundición arrojó un valor total de “un ciento y trescientos mil veintiséis mil quinientos treinta y nueve pesos de buen oro” (1.326.539 pesos de oro). En el libro “El Perú en los tiempos modernos”, se dice al respecto: “Luego de pagar los derechos del fundidor, el quinto real para la Corona española fue de 262.259 pesos de oro de alta pureza; el fundidor al que se le pagó fue un orfebre español. Pero toda la fundición la hicieron metalistas indígenas, de acuerdo con su método. “Comúnmente se fundían cada día cincuenta o sesenta mil pesos. Esta fundición fue hecha por los indios, que hay entre ellos plateros y fundidores, que fundían con nuevas forjas”. El total de plata fundida se valorizó en 51.010 marcos. A la Corona le tocó 10.121 marcos.
Los de a caballo recibieron en total: 610.131 pesos de oro y 25.798,60 marcos de plata. Promedio individual: 9.386,60 pesos de oro y 396,90 marcos de plata. Los de infantería recibieron en total: 360.994 pesos de oro y 15.061,70 marcos de plata. Promedio individual: 3.438 pesos de oro y 143,4 marcos de plata.
El Gobernador, según su criterio, premió a unos con más y a otros les quitó algo. También entregó unos 15.000 pesos de oro a los vecinos que quedaron en San Miguel. A Diego de Almagro y sus huestes les repartió de acuerdo con su criterio. Les dio 20.000 pesos de oro para que se repartan entre todos ellos. Pos supuesto, recibieron mucho menos que los caballeros e infantes que intervinieron directamente en la captura de Atahualpa.
Almagro había pedido que a él y a sus compañeros les tocase la mitad que a los de Cajamarca. Como no se pusieron de acuerdo, fue otro motivo para que ambos socios se distanciasen más, arrastrando en sus diferencias a los soldados que estaban bajo el mando de cada uno de ellos. Los que en Cajamarca se beneficiaron del repartimiento fueron el cura Valverde, 65 de a caballo y 105 de infantería. En total: 171 conquistadores. Según Pablo Macera:
“El Rescate de Atahualpa consistió en 6,087 kilogramos de oro y 11,793 kilogramos de plata. A cada soldado a caballo le tocaba 40 kilogramos de oro y 80 kilogramos de plata. A los peones, la mitad. A los soldados con perros más que a los peones. A Pizarro 7 veces lo que a un jinete de caballo, además del trono de Atahualpa que pesaba 83 kilogramos de oro. Los sacerdotes recibieron la mitad de un peón”.
Esta fortuna, que consiguió cada español, generó la “primera inflación de la historia del Perú”. Todo subió de precio. Sacando la media de lo expuesto por Villanueva Sotomayor, tenemos que al día siguiente del reparto, hubo una inflación promedio del 32.17%.

Muerte de Atahualpa
Nunca estuvo en la mente del Gobernador Francisco Pizarro, respetar la vida del Inca. Para continuar con su estrategia, inventó rebeliones de los leales a Atahualpa, responsabilizándolo de actos de traición.
“Luego el Gobernador, con acuerdo de los oficiales de su majestad y de los capitanes y personas de experiencia, setenció a muerte a Atabaliba, y mandó por su sentencia, por la traición por él cometida, que muriese quemado si no se tornase cristaiano…, Atabaliba dijo que quería ser cristiano…, y bautizóle el muy reverendo padre Fray Vicente de Valverde…”.
Le pusieron de nombre Francisco y no de Juan, como muchos han asegurado. Juan de Santa Cruz Pachacuti, sostiene en tiempos de Vaca de Castro, que el Inca fue muerto por garrote; “… se le dio una vuelta al cuello con un cordel y de ese modo fue ahogado”, nos dice Sancho de la Hoz. Por su parte Jerez, dice: “…a la hora que fue preso y desbaratado”.
La sentencia a muerte, fue dada el viernes 25 de julio de 1533 y al día siguiente sábado 26 de julio de 1533, fue muerto en la plaza de Cajamarca. Hay cierta discusión sobre las fechas. Franklin Peace, de un documento del Archivo de Indias, encontrado en Sevilla, por él, dice:
“Y en dicho pueblo de Caxamalca en treinta y un días del dicho mes de julio en presencia de los dichos oficiales de S.M. manifestó Francisco Pizarro mil ciento ochenta y cinco pesos en piezas labradas de indios que dijo que se le había dado el cacique Atahualpa y manifestóles después de la muerte de dicho Atahualpa cinco días”.
Por su parte María Rostworowski, escribe:
“Es lógico suponer que la muerte del Inca ocurrió después del 8 de junio y antes del 29 de julio de 1533. La partida de Cajamarca se inició a mediados de agosto por grupos, el 26 de ese mismo mes, estaban en Andamarca y el 2 de setiembre arriban a Huaylas. La fecha antojadiza del 29 de agosto es completamente equivocada y se hace necesario rectificar el error”.
Muerto Atahualpa, termina la dinastía de los Incas, que gobernaron el Imperio (aunque Atahualpa, no fue reconocido por las panacas reales cusqueñas, los españoles lo consideraron Sapa Inca). Para guardar las apariencias, y tener un seguro hasta la toma del Cusco, Francisco Pizarro, nombra otro Sapa Inca, que recae en un hijo de Huayna Cápac, duodécimo Sapa Inca del Imperio: Túpac Huallpa, y que los cronistas españoles nombran como Toparpa, quien reconoce vasallaje al rey de España.
Se dice mucho sobre la amistad de Hernando Pizarro con el Inca Atahualpa, cuando éste último estuvo en prisión. Curiosamente, antes del juicio al, su hermano Francisco Pizarro, lo comisiona para que lleve a España el primer botín. A su retorno al Perú, fue nombrado Gobernador del Cusco. Villanueva Sotomayor, dice:
“La ausencia temporal de Hernando Pizarro no descarta una maniobra maliciosa de los conquistadores, ya sea por culpa de él o por imposición de su hermano. ¿Hernando Pizarro ya sabía que iban a matar al Inca? ¿Fue ese viaje una salida airosa del capitán español, único amigo de Atahualpa Inca? ¿O fue una premeditada maniobra de su hermano Francisco para alejarlo y que no interfiriera en las decisiones drásticas que ya pensaba tomar con la vida del Inca?”
Lo cierto, es que Hernando Pizarro, con el botín, que representaba el “quinto real”, es decir, la quinta parte del botín de Cajamarca, salió de esta plaza, con rumbo a San Miguel de Piura; ahí embarcaron rumbo a Panamá, cruzando el istmo, se embarcaron nuevamente hacia Sevilla, España. La primera de las cuatro naos, llegó a Sevilla, el 5 de diciembre de 1533, con los españoles Cristóbal de Mena y Fray Juan de Sosa (misionero de la Orden de La Merced); el oro y la plata que se desmbarcó de dicha nao, ascendía a 38.946 pesos. El 4 de enero de 1534, arribó y ancló en Sevilla la nao “Santa María del Campo”, en donde estaba embarcado Hernando Pizarro. Desembarcó con 153.000 pesos de oro y 5.048 marcos de plata. Todo lo traído de Perú, fue depositado en la Casa de Contratación de Sevilla; de ahí fue trasladado al aposento del rey de España. Finalmente, el 3 de junio de 1534, llegaron las otras dos naos, en donde estaban embarcados Francisco de Jerez, primer secretario del Gobernador Francisco Pizarro y Francisco Rodríguez, en una y otra nao; se desembarcó de estas naos, 146.518 pesos de oro y 30.511 marcos de plata. Villanueva dice que el total desembarcado por las cuatro naos,
“… fue valorizado en 708.580 pesos. El peso y el castellano eran monedas equivalentes; pero cada uno era igual a 450 maravedíes. Sólo el oro fundido (convertido en barras y otros pedazos) se valorizó en 318.861.000 maravedíes. La plata fundida valió 180.307.680 maravedíes”.

Captura de Atahualpa


El Inca Garcilaso de la Vega y Miguel de Estete aseguran que los españoles encontraron en Cajamarca "gente popular y algunos de la gente de guerra" de Atahualpa. Además, que fueron muy bien recibidos. Otros cronistas, como Jerez, aseguran que los españoles no encontraron gente en la llacta. Herrera dice que "sólo se veían en un extremo de la plaza unas mujeres que lloraban la suerte que el destino reservaba a los españoles que habían provocado la cólera del Emperador indio".

Cuando Pizarro entró en Cajamarca, Atahualpa se encontraba a media legua del asiento, en los Baños del Inca, donde había asentado su real, "con cuarenta mil indios de guerra" (Pedro Pizarro). Entrados en Cajamarca y antes de apearse, Francisco Pizarro envió a Hernando de Soto con cinco o seis y un intérprete donde Atahualpa, para que le diga "que él venía de parte de Dios y del Rey a los predicar y tenerlos por amigos, y otras cosas de paz y amistad, y que viniese a ver con él".
Parece ser que el recibimiento del Inca a Hernando de Soto fue más bien seco, pero envió una embajada para decirles que "podían quedarse en la llacta de Cajamarca, que él no podía ir porque estaba terminando su ayuno".
El Inca, una vez que se fueron los españoles, ordenó que veinte mil soldados imperiales se apostasen en las afueras de Cajamarca, para atrapar y amarrar a los españoles: estaba seguro que al ver tanta gente, los españoles huirían. Los españoles por su parte, pasaron en vela la noche por las noticias de Hernando de Soto y de Hernando Pizarro, sobre la cantidad de gente que habían visto. Y por el hecho que no sabían cómo atacaban los indios de guerra al no haber peleado nunca contra ellos. Por su parte, Francisco Pizarro que sí tenía experiencia, por los largos relatos que le hacía Hernán Cortés sobre la conquista de los aztecas, tenía en mente aplicar el mismo método que el empleado en México por Cortés.
Pizarro dispuso que Pedro de Candia se colocase en lo más alto del tambo real, en el centro de la plaza, con tres trompeteros y un falconete pequeño. Tenían la orden de disparar cuando ya el Inca, se encontrara en la plaza. Luego del estruendo del falconete, harían sonar las trompetas. A los de caballo los dividió en dos fracciones al mando de Hernando de Soto, uno y de Hernando Pizarro, el otro. La orden era que cuando escuchasen el estruendo deberían salir de sus escondites. La infantería también estaría dividida en dos fracciones, una al mando de Francisco Pizarro y la otra al mando de Juan Pizarro. La orden, avanzar a capturar al Inca. Todos debían estar escondidos en los edificios que rodeaban la plaza hasta escuchar la voz de ataque: ¡Santiago!, que sería dada por el cura Valverde, en su momento.
Al día siguiente, los espías de Atahualpa le informaron de que "los españoles estaban tan asustados que se habían escondido en los tambos". No se apuró en ir a Cajamarca el Inca, primero comieron. Mientras, para los españoles la espera era angustiante. Pedro Pizarro, sobre esto, escribió "... yo oí a muchos españoles que sin sentirlos se orinaban de puro miedo".
Los cronistas fijan las cuatro de la tarde como la hora en que Atahualpa ingresa a la plaza de Cajamarca. Este dice: "A la hora de las cuatro comienzan a caminar por su calzada delante, derecho a donde nosotros estábamos; y a las cinco o poco más, llegó a la puerta de la ciudad". El inca comenzó su entrada en Cajamarca, antecedida por su vanguardia de cuatrocientos hombres con "grandes cantares", ingresó a la plaza con toda su gente, que cubría toda ella, en una "litera muy rica, los cabos de los maderos cubiertos de plata...; la cual traían ochenta señores en hombros; todos vestidos de una librea azul muy rica; y él vestido su persona muy ricamente con su corona en la cabeza y al cuello un collar de esmeraldas grandes; y sentado en la litera en una silla muy pequeña con un cojín muy rico". Jerez, escribía. "Entre estos venía Atabaliba en una litera aforrada de plumas de papagayos de muchos colores, guarnecida de chapas de oro y plata".
Cabe destacar que los acompañantes del Inca no traían armas; éstas, en poder de los soldados, venían a retaguardia. Atahualpa se sorprendió de no ver a ningún español en la plaza y mandó orejones a inspeccionar los tambos. Uno de los generales incas, sospechando, mandó traer la tropa de retaguardia. Esas lanzas y esas tropas jamás llegaron porque los acontecimientos de Cajamarca se sucedieron rápidamente y en una gran confusión.
Francisco Pizarro envió al cura dominico, fray Vicente de Valverde, al soldado Hernando de Aldama y al intérprete Martinillo. Ante el Inca, el cura Valverde hace el requerimiento formal a Atahualpa de abrazar la fe católica y someterse al dominio del rey de España, al mismo tiempo que le entregaba un evangelio. El diálogo que siguió es narrado de forma diferente por todos los testigos. Es posible que la tremenda angustia vivida en esos instantes impidiera después recordar las frases que se cruzaron en ese momento de tragedia.
Según algunos cronistas, la reacción del Inca fue de sorpresa, curiosidad, indignación y desdén. Atahualpa abrió y revisó el evangelio minuciosamente. Al no encontrarle significado alguno a lo escrito en él, lo tiró al suelo. Villanueva, dice que "luego le pidió (el Inca) su espada a Aldama. El español se la enseñó, pero no la entregó". La reacción posterior de Atahualpa fue decirle a Valverde que los españoles devolviesen todo lo que habían tomado de sus tierras sin su consentimiento; que nadie tenía autoridad para decirle al Hijo del Sol lo que tenía que hacer y que él haría su voluntad; y finalmente, que los extranjeros "se fuesen por bellacos y ladrones"; en caso contrario los mataría.
A una señal de Francisco Pizarro se puso en marcha lo planificado por él. Disparó el falconete de la artillería de Pedro de Candia y las trompetas y salieron los caballos. Según María Rostworowski:
"...sonaban los cascabeles atados a los caballos, disparaban ensordecedores los arcabuces; los gritos, alaridos y quejidos eran generales. En esta confusión los aterrorizados indígenas, en un esfuerzo por escapar, derribaron una pirca de la plaza y lograron huir. Tras ellos se lanzaron los jinetes, dándoles alcance mataron a todos los que pudieron, otros murieron aplastados por la avalancha humana".
Mientras tanto en la plaza de Cajamarca Pizarro buscaba el anda del Inca y Juan Pizarro la del Señor de Chincha. El Señor de Chincha y el Señor de Cajamarca fueron muertos por los españoles que los capturaron. También mataron a mucha gente del entorno de ambos señores. "Otros capitanes murieron, que por ser gran número no se hace caso de ellos, porque todos los que venían en guarda de Atabaliba eran grandes señores" (Jerez).
Igual suerte hubiera corrido Atahualpa de no ser por Francisco Pizarro, que ya se encontraba cerca de él, debido a que no podían derribar la litera del Inca, a pesar de que mataron a los portadores de la litera, ya que otros de refresco se metían a cargarla. Así estuvieron forcejeando gran tiempo; un español quiso herir al Inca, cuando Francisco Pizarro, gritó que "nadie hiera al indio so pena de la vida...", hasta que hicieron caer el anda y capturan al Inca, al que ponen bajo arresto en un ambiente del Templo del Sol.
Al caer la noche de aquel 16 de noviembre de 1532, habían terminado para siempre el Tawantisuyo, el Inca estaba cautivo y con su prisión llegaba a su fin la independencia del estado inca.
Aquel atardecer, la ceguera de Atahualpa subestimó totalmente la tecnología y audacia de los extranjeros. No pasó por su mente el peligro que corría al dejar a unos forasteros avanzar hasta su real en lugar de tenderles una emboscada en un desfiladero. El Inca creyó que podría eliminarlos en cualquier lugar y quiso primero satisfacer su curiosidad.
Después de la captura de Atahualpa, se inició el saqueo del real del Inca en los Baños del Inca. El soldado cronista Estete, dice: "... todas esas cosas de tiendas y ropas de lana y algodón eran en tan gran cantidad que a mi parecer fueran menester muchos navíos en que cupieran". Otro cronista dice: "...el oro y la plata y otras cosas de valor se recogió todo y se llevó a Cajamarca y se puso en poder del Tesorero de Su Majestad". Jerez nos dice del saqueo: "el oro y plata en piezas monstruosas y platos grandes y pequeños, y cántaros y ollas o braseros y copones grandes y otras piezas diversas. Atabalipa dijo que todo esto era vajilla de su servicio, y que sus indios que habían huido habían llevado otra mucha cantidad". Fue el primer botín de importancia que tomaron los españoles. Villanueva Sotomayor dice al respecto: "Se valoró ese primer tesoro de los incas en "ochenta mil pesos de oro y siete mil marcos de plata y catorce esmeraldas"".

La Conquista(tercer viaje)


En 1531 las tropas de Pizarro se separaron en dos; Pizarro en Coaque se dirigió hacia Puná (en el Golfo de Guayaquil) mientras que un navó al mando de Gracía de Aguilar fue a Nicaragua en busca de refuerzos. En Puná los españoles recibieron regalos e instrumentos musicales por parte del curaca punaneño. Más tarde dicho curaca y los punaneños se rebelaron por los abusos que cometían los españoles.Los punaneños tuvieron que enfrentarse no sólo a españoles sino también a Tumbesinos, aliados de los españoles por viejos resentimientos de guerra hacia los isleños de Puná.
Más tarde los españoles fueron víctimas de traiciones y conspiraciones por parte de sus aliados tumbesinos; En una ocasión los tumbesinos abandonaron en una de sus balsas en medio del mar a tres españoles.
Hernando de Soto con su tropa persiguió a los tumbesinos levantados durante toda la noche y en la mañana: cayeron sobre sus campamentos, sorprendiéndolos y matándolos, apoderándose de los campamentos. Al día siguiente continuó la persecución. El cacique Quilimasa con las debidas garantías para su vida, se presentó ante Hernando de Soto, quien lo llevó donde el Gobernador. De la conversación con Quilimasa, se entera que otros caciques más importantes habían ordenado la muerte de los españoles.
Otra conversación importante fue la que sostuvo Pizarro con un principal venido del interior. Al respecto Pedro Pizarro, dice: "...pues preguntando al indio qué era el dijo que era un pueblo grande donde residía el Señor de todos ellos, y que había mucha tierra poblada y muchos cántaros de oro y plata, y casas chapeadas con planchas de oro; y cierto el indio dijo verdad, y menos de lo que había..."; les informó también sobre valles más fértiles. Además de lo anterior, informó a Pizarro sobre la situación del Imperio. Todos estos informes entusiasmaron a Pizarro, quien decidió continuar con la conquista.
En vista que no encontraron a los indios que perseguían y que los poblados tumbesinos habían sido arrasados por los Punás, Pizarro decide continuar dejando en ella a su teniente y abandonarla en dos etapas. La vanguardia a su mando, acompañada por Hernando de Soto, partió hacia Poechos. La retaguardia, al mando de Hernando Pizarro, salió de Túmbez tiempo después, porque en sus filas había enfermos: se les ordenó que siguieran a la vanguardia.

En Poechos, Pizarro tiene noticias de Atahualpa, que se estaba desplazando de Quito a Cajamarca. Además, tuvo detalles de la guerra que sostenía con Huáscar Inca Yupanqui. Decide enviar a Hernando de Soto a Caxas, con la finalidad de recopilar información sobre Atahualpa. Hernando de Soto se tomó un tiempo en esto, lo que causó la preocupación de Francisco Pizarro. En tanto se une la retaguardia de conquistadores que venían con Hernando Pizarro. En este tiempo se habían levantado los indios de Chira y Tangarala (Tangarará), obligando a los españoles de Hernando de Soto, a atrincherarse en la huaca Chira, enviando por ayuda a una parte de españoles donde Pizarro.
Francisco Pizarro deja a Hernando Pizarro en Poechos, y se dirige a la huaca Chira para auxiliar a sus compañeros de aventuras. Allí castigó severamente a los curacas: "Trece curacas fueron muertos a garrote y quemados sus cuerpos". Según la cosmovisión indígena, el ser quemados los anulaba para la vida después de la muerte, ya que creían que la muerte era un tránsito entre ésta y la otra vida, necesitaban sus cuerpos para ello; el fuego destruía ese cuerpo.
Luego de apaciguar a Chira, se dirige a Tangarala (Tangarará), en donde funda la Villa de San Miguel, el 29 de septiembre de 1531. Fue la primera ciudad española fundada en el Perú. Luego pasó a Piura, territorio de los tallanes. En esta ciudad, Francisco Pizarro hace el primer reparto de tierras e indios entre los españoles que quisieron afincarse en ella. Este primer reparto incluyó además de Piura, Túmbez (Tumbes). Pedro Pizarro, que había quedado con su hermano Hernando en Poechos, describe la presencia de un noble inca entre los curacas de Poechos, quien estaba allí para espiar a los españoles: "Y llegado que fue a Caxamalca donde Atabalipa estaba, le dijo que eran unos ladrones barbudos que habían salido de la mar, que venían caballeros en unos carneros como los del Collao, que son los mayores que hay en esta tierra". Así Pizarro tiene por primera vez noticia de Atahualpa, de la guerra civil que enfrentaba a los hermanos y del triunfo de los generales atahualpanos sobre Huáscar, que había sido capturado.
Antes de entrar a la sierra, Francisco Pizarro tomó una serie de precauciones, que según Villanueva, fueron:
"1. Que su hermano Juan Pizarro, con cincuenta de a caballo, se instalase en Piura, alerta ante las huestes de Atabalipa, haciendo gran actividad de espionaje;
2. Y que, con las demás gente su hermano Hernando Pizarro se instalara en Tangarala;
3. El repartimiento de Túmbez, que era el más ambicionado, lo entregó a Hernando de Soto, cumpliendo la promesa que le hiciera a Hernando Ponce de León cuando le fletó dos navíos en Panamá;

4. En Tangarala puso como su teniente gobernador a Antonio Navarro, contador del rey de España;
5. Además, dejó en Tangarala a cincuenta y cinco vecinos españoles, que se quedaron a poblarla".

Luego de dictar las disposiciones anteriores y de reforzar su retaguardia, se dirige a Cajamarca por el Cápac Ñam (Camino Inca de la sierra), en donde sabía se encontraba Atahualpa. Jerez dice que Pizarro salió de San Miguel de Piura el 24 de setiembre de 1532 con "sesenta y dos de caballo y ciento dos de pie". Camino a Cajamarca, un noble orejón se entrevista con Pizarro para hacerle saber que el Inca "tiene la voluntad de ser su amigo, y esperalle en paz en Caxamarca". Luego de esto el indio retornó a Cajamarca a informar a Atahualpa y a entregarle los regalos que envió con él Francisco Pizarro y para decirle "que se paresuraría en llegar a Caxamarca y ser amigo del Inca"". Para no ser hostigado por ambos bandos de la confrontación intestina, Pizarro pregonaba que era pardiario de Huáscar Inca Yupanqui y al Apoo, le decía que venía a apoyar a Atahualpa.
Las tropas de Atahualpa acababan de derrotar a las de su hermano Huáscar en Huanacopampa, el cual había sido hecho prisionero. Según María Rostworowski, "El consenso de cronistas de acuerdo en señalar las crueldades ordenadas contra los deudos, mujeres e hijos de Huáscar. Todos fueron ahorcados y se persiguió en las casas de los difuntos Incas a los que habían pertenecido al linaje de Huáscar. El mayor ensañamiento se cumplió con los miembros de la panaca de Tupac Yupanqui, matando a todos los miembros que se pudieron hallar".

Mientras esta represión tenía lugar, Atahualpa permanecía en Huamachuco festejando los triunfos de sus generales y se preparaba para dirigirse a Cajamarca. En esto llegaron mensajeros enviados por los curacas de Payta y de Tumbes avisando de la llegada de unos extraños personajes que habitaban unas casas flotantes y montaban unos enormes animales. Quizá por curiosidad, Atahualpa retrasó su marcha a Cajamarca para ver a los recién llegados y dio a sus generales la orden de ir a Cajamarca con Huáscar, lugar donde se reuniría con ellos.
En la llacta de Cinto, el curaca informó a Pizarro de que Atahualpa había estado en Huamachuco y de que se dirigía a Cajamarca con cincuenta mil hombres de guerra. Continuando su camino hacia Cajamarca, los españoles llegaron a una bifurcación del camino. Uno de ellos llevaba a Chincha y el otro a Cajamarca. Muchos españoles opinaban que sería mejor ir a Chincha y evitar el enfrentamiento con Atahualpa por el momento. Sin embargo, Pizarro decide ir a Cajamarca, por varias razones que explica Villanueva Sotomayor:
"1. Recuerda las recomendaciones de Hernán Cortés: "lo primero que hay que hacer es apoderarse del jefe, lo consideran como su dios y tienen poder absoluto. Con ello, los demás no saben qué hacer".

2. Por su propia experiencia, en Coaque, la Puná y Túmbez, sabe que apresando un curaca y teniéndolo como rehén se gana mucho. En cambio, suelto, el curaca se convierte en enemigo peligroso.
3. Los huascaristas lo ayudan porque él se ha declarado "su partidario". Tomar una ruta distinta a donde están los protagonistas de la guerra civil sería perder ese valioso apoyo.
4. A Atahualpa le ha mandado decir que va a su encuentro porque "quiere ser su amigo" y "apoyarlo" en su lucha contra Huáscar Inca Yupanqui. No cumplir con esa promesa debilitaría las posibilidades de la sorpresa y el engaño que le tenía preparado al Inca.
5. Cambiar la ruta hacia Chincha sería la perdición para Pizarro, porque quedarían al descubierto sus planes secretos...".

En un poblado de sierra, Pizarro decide dividir su ejército en dos fracciones: la vanguardia con él y cuarenta de a caballo y sesenta de a pie. El resto, al mando de Hernando Pizarro, formaría la retaguardia y se uniría a Pizarro cuando él lo indicase. Luego de unos días de marcha, Pizarro mandó decir a su hermano Hernando que se le uniese para continuar el viaje a Cajamarca juntos. Los informes que le daban eran traquilizadores. Pizarro hace acampar a su fracción. En ese campamento, es que Pizarro recibe una embajada de Atahualpa, con diez llamas que el Inca había enviado como regalo y para conocer el día que llegarían a Cajamarca, a fin de enviarles comida por el camino. En otra llacta del camino, Pizarro recibió otro obsequio de diez llamas, más informes que lo tranquilizaron, y con ellos se quedó uno de ellos que los acompañó todo el camino hasta Cajamarca.
En otra llacta, según Villanueva, hubo un incidente entre dos indios (entre el venido de Cajamarca y el que dio el alcance a Pizarro, de San Miguel de Piura, que había sido enviado a Cajamarca). La razón del pleito la explicó el indio de San Miguel así:
"1. El enviado del Inca mentía. Atahualpa no estaba en Cajamarca sino en el campo (Baños del Inca) y tenía mucha gente.
2. A él lo habían querido matar, pero se había salvado porque amenazó con que los embajadores de Atahualpa serían ajusticiados por el Gobernador.
3. No permitieron que hable directamente con el Inca, porque estaba ayunando.
4. Se entrevistó por fin, con un tío de Atahualpa, quien le requirió por los cristianos. Su respuesta resumida por Jerez, fue: "Y yo les dije que son valientes hombres y muy guerreros; que traen caballos que corren como viento y los que van en ellos, llevan unas lanzas largas, y con ellas matan a cuantos hallan, porque luego en dos saltos los alcanzan, y los caballos con los pies y bocas matan muchos. Los cristianos que andan a pie dije son muy sueltos, y traen en el brazo una rodela de madera con que se defienden y jubones fuertes colchados de algodón y unas espadas muy agudas que cortan por ambas partes, de cada golpe, un hombre por medio, y a una oveja (nota: llama) llevan la cabeza, y con ella cortan todas las armas que los indios tienen; y otras traen ballestas que tiran de lejos, que de cada saeteada matan un hombre y tiros de pólvora que tiran pelotas de fuego, que matan mucha gente".
El mensajero de Atahualpa replicó:
"1. Que si Atahualpa no estaba en Cajamarca era porque esa llacta había sido reservada para aposentar a los cristianos.
2. Que Atahualpa acostumbraba acampar desde que estaba en guerra con HuÁscar Inca Yupanqui.
3. Que cuando el Inca ayunaba no dejaban que hablara con nadie más sino con su padre el Inti.
4. Muy diplomáticamente, Pizarro, zanjó la discusión "...teniendo en lo secreto por cierto que era verdad" la versión del huascarista, su aliado".
Luego del incidente, los españoles continuaron su camino hacia Cajamarca. Muy cerca de esa llacta, Francisco Pizarro recibió otra embajada de Atahualpa con comida. Después de esto caminó hasta que se ubicó a una legua de Cajamarca, "y toda la gente y caballos se armaron, y el Gobernador los puso en concierto para la entrada del pueblo, e hizo tres haces de los españoles de pie y de caballo". "Llegado a la entrada de Caxamalca vieron estar el real de Atabaliba una legua de Caxamalca, en la falda de una sierra".
Los españoles habían llegado a Cajamarca por las alturas de Shicuana, al noreste del valle. Era el viernes 15 de noviembre de 1532. Habían caminado 53 días desde San Miguel de Piura.

EL PRIMER ENCUENTRO


Las primeras veces que los incas divisaron a los españoles fue en la época de Huayna Cápac. También fue en su gobierno que un Sapa Inca estuvo en contacto directo directo con un español, ya que unos chasquis trajeron al español Pedro de Candia hacia el palacio de Huayna Cápac para que se entrevistasen. La comunicación fue a puras mímicas y lo que rescatan las crónicas fue que Candia le dijo a Huayna Cápac que él comía oro, así que el gobernador le brindó oro en polvo y lo dejo ir.
Pedro de Candia se llevó consigo a uno de los chaskis a España y lo presentó al rey, luego lo trajo de vuelta al Tahuantinsuyo para que haga de traductor. Este inca sería conocido luego como Martidillo.

En la época de la conquista el Imperio inca era un estado multicultural, gran partes de sus etnias querían liberarse a como de lugar. Sin embargo fue el conflicto entre Huáscar y Atahualpa lo que más les facilitó la tarea a los conquistadores españoles.
Poco tiempo después del primer contacto entre Huayna Cápac y Pedro de Candia el Sapa Inca y su sucesor, Nina Cuyuchi murieron a causa de una rara enfermedad (Se le atribuyen a la viruela traída por los europeos).
Tras la anarquía Huáscar asumió el gobierno por orden de los "orejones" (nobles) de Cusco quienes creían que su experiencia como vice-gobernante de Cusco era suficiente para asumir el mando.Luego de un golpe de estado fallido, Huáscar empezó a desconfiar de todos y le preocupó la confianza que tenía su hermano Atahualpa con los mejores generales del imperio. A partir de esta preocupación ordena a Atahualpa presentarse en Cusco, pero éste es convencido por sus generales que si obedece sería eliminado en Cusco por intereses de Huáscar. Ante esto Atahualpa arma su ejército y empezó la guerra de subversión inca. La guerra duró aproximadamente tres años y finalizó con la victoria de Atahualpa
Hacia 1523, a los 47 años de edad, Francisco Pizarro estaba afincado en Panamá, ciudad de la que llegó a ser su alcalde en el año 1522. El análisis histórico se inclina a creer que Pizarro poseía una fortuna modesta porque para emprender la aventura, él y Almagro tuvieron que asociarse con un cura influyente, Hernando de Luque, que a la sazón era cura de Panamá. Villanueva habla de un cuarto "socio oculto": el licenciado Espinoza, que no quiso figurar públicamente, pero que fue el financiador de las expediciones. Ello debió ser así, por cuanto nunca uno sólo de los socios decidía de manera unilateral las acciones. Sólo Francisco Pizarro, iniciada la conquista física del Perú, tomó decisiones de campaña o sobre acciones militares y administrativas, prerrogativas de su cargo de Gobernador de Nueva Toledo.
En 1524 Pizarro se asoció con Diego de Almagro y el cura Hernando de Luque para conquistar "El Birú" (palabra que después se convertiría en Perú), repartiéndose las responsabilidades de la expedición. Pizarro la comandaría, Almagro se encargaría del abastecimiento militar y de alimentos y Luque se encargaría de las finanzas y de la provisión de ayuda. A finales de septiembre de 1526, cuando habían transcurrido dos años de viajes hacia el sur afrontando toda clase de inclemencias y calamidades, llegaron a la isla del Gallo cansados y extasiados. El descontento entre los soldados era muy grande, llevaban varios años pasando calamidades sin conseguir ningún resultado. Pizarro intenta convencer a sus hombres para que sigan adelante, sin embargo la mayoría de sus huestes quieren desertar y regresar. Allí se produce la acción extrema de Pizarro, de trazar una raya en el suelo de la isla obligando a decidir a sus hombres entre seguir o no en la expedición descubridora.
Tan solo cruzaron la linea trece hombres. Los "Trece de la Fama", o los "Trece de la isla del Gallo", fueron: Bartolomé Ruiz, Pedro Alcón, Alonso Briceño, Pedro de Candia, Antonio Carrión, Francisco de Cuéllar, García Jerén, Alonso Molina, Martín Paz, Cristóbal de Peralta, Nicolás de Rivera (el viejo), Domingo de Soraluce y Juan de la Torre y Díaz Chacón.

Pizarro y los Trece de la Fama esperaron en la isla del Gallo cinco meses por los refuerzos, los cuales llegaron de Panamá enviados por Diego de Almagro y Hernando de Luque, al mando de Bartolomé Ruiz. El navío encontró a Pizarro y los suyos en la Isla de la Gorgona, hambrientos y acosados por los indios. Ese mismo día, Pizarro ordenó zarpar hacia el sur.
Pizarro no fue ni el primero ni el único que intentó la conquista del Perú. Dos años antes, en 1522, Pascual de Andagoya fue el primero en tratar de efectuar esa aventura: su expedición terminó en un estrepitoso fracaso. Las noticias de la existencia de "Birú" y de sus enormes riquezas en oro y plata, debió influir en el ánimo de tales aventureros y podría haber aportado el ingrediente decisivo para preparar la expedición no sólo de Pizarro sino de Andagoya. Por tal razón, Pizarro, Almagro y Luque se lanzaron a la aventura.

jueves, 9 de octubre de 2008

conquista del peru

Las causas que impulsan al descubrimiento y conquista del Peru se pueden englobar dentro de diferentes factores: social, económico, ideológico y científico.
Factor social. En Europa había una creciente burguesía que demandaba mayor calidad de vida y para ello usaba productos de lujo de Oriente: sedas, perfumes, maderas, etc. Como los turcos tomaron Constantinopla este comercio realizado por árabes, venecianos y genoveses se ve interrumpido lo que llevó a los portugueses a la búsqueda de una ruta directa con la tierra de las especias.
Factor económico. Este es el factor más importante de todos debido a que subyace bajo todos los demás.
El aumento de la población europea durante la segunda mitad del siglo XV, debido al fin de la peste negra y de las grandes guerras medievales, unido al desarrollo del comercio, se materializó en una fuerte expansión económica, basada en la búsqueda de materias primas para la industria artesanal y de nuevos mercados donde colocar los productos manufacturados. Esta actividad provocó una mayor circulación monetaria, por lo que aumentó la demanda de metales preciosos para acuñar moneda. Las minas europeas eran incapaces de satisfacer esta fuerte demanda, por lo que hubo que buscar los metales preciosos en el Sudán y otros lugares que había que buscar.
Factores ideológicos.
La sed de aventura fue uno de los factores desencadenantes de los grandes descubrimientos. El hombre renacentista vio estimulada su imaginación con la difusión del libro de Marco Polo y con los relatos de Juan de Mandeville sobre las tierras de la eterna felicidad, el país de Jauja los tesoros del gran Jan y las maravillas "del Catay" (China) y del Cipango (Japón).
El afán de enriquecimiento lanzó a los hombres a la búsqueda de productos escasos y caros, especialmente metales preciosos.
La pervivencia de espíritu de cruzada, que convertía a los salvajes en herejes. Un ejemplo de ello son las leyendas del Preste Juan, supuesto rey de un territorio cristiano que se suponía situado en algún lugar de Asia o África, rodeado de pueblos paganos, y que necesitaba ayuda.
Factores científicos. A los avances geográficos realizados a través de la obra de Tolomeo y el desarrollo de la cartografía (portulanos y cartas marinas) hay que añadir la utilización de la brújula, el astrolabio y el sextante, aparatos de precisión que facilitaban la navegación por mares abiertos y por otra parte la aparición de embarcaciones como la nao y la carabela que permitieron la navegación en aguas más turbulentas que las del Mediterráneo, así como nuevos aparatos de navegación capaces de dirigir más fácilmente las naves con la invención del timón de codaste.